Porque
hablamos los dos el mismo idioma,
idioma
de palabras prescindido.
El
diálogo se ubica en el latido
y el corazón por cada poro asoma.
Tú
sabes recorrerme cada loma,
cada
grieta de mi universo ardido.
Yo
sé... de tu jardín estremecido
y
repentinos vuelos de paloma.
Que
el amor no precisa de alfabeto;
su
vocablo es la luz, es tacto y fuego:
oleaje
que por la piel avanza.
Nuestro
verbo es la sangre y su decreto,
conjugar
lluvia y sol. Renacer, luego,
al
abrazo total de la esperanza.
©Carmen Aguirre