a F. G. Lorca, M. Hernández, R. Alberti y E. Prados
. ¡Ay
luna de los poetas,
la
luna de los noctámbulos!
Luna
que en el firmamento
entre
sombras va vagando.
Luna
clara, que en la noche
riela
sobre los tejados,
y en
el agua deja estelas
de
caminos plateados.
¡Ay
luna de Federico,
la
luna de los gitanos!,
luna
que bajó a la fragua
con
su blancor alunado.
Hernández,
perito en lunas,
de
su luna menos cuarto:
jinete,
hogaza, narciso,
limón
lunero y dorado.
Luna
de ayer..., hoy de olvido,
que
Alberti nos ha dejado;
con
nostalgia de su luna
va
el llanto de un exiliado.
Las
tres lunas de este espejo,
naipes
son de Emilio Prados:
lámpara
del mar y el viento,
luz
del tiempo y sus presagios.
¡Ay
luna llena o creciente,
de color
anaranjado!
que
va derramando sangre,
que
en rayos se ha desangrado.
Luna
menguante o ya nueva,
que
su farol va apagando,
y la
oscuridad se cierne
y
acrecienta sus quebrantos.
Parece
que presintiera
el
que hoy nadie le haga caso;
que
la luna ya no es luna
para
los enamorados.
No
la glosan los poetas
ni
le cantan ya su canto...
Y la
luna, luna, luna,
sigue
en el cielo velando.
© Carmen Aguirre